domingo, 1 de julio de 2012

No hay finales felices. En la vida real, no. No hay llantos de alegría. Ni avionetas con carteles que ponen tu nombre y un: will you marry me? Tampoco hay flores en la repisa. El último clavel estaba marchito antes de llegar a su destino. No hay grandes banquetes. Ni miradas cómplices. Ni sonrisas sinceras. A cambio hay miradas que rehuyen y sonrisas acartonadas. No hay besos en la comisura de los labios. Como mucho en la mejilla y con recelo. Las cunas y las primeras palabras fueron sustituidas por portazos que rompen el silencio. No hay música a todo volumen a las cuatro de la madrugada. Ni tampoco sorpresas agradables. No hay sitio para los 'buenos días' pero sí para los 'que te den'. Solo hay decepciones que se acumulan e invaden el suelo. No quedan sueños ni esperanzas. No hay palabras cariñosas, ni reflexiones abstractas, ni desnudos, ni cenas, ni interrupciones, nada. Solo le quedaron preguntas que nunca serán respondidas y recuerdos de cosas que nunca sucedieron. Suerte la próxima vez.

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