Y cierro los ojos y te imagino a mi lado, conduciendo, tranquilo, relajado. Con una mano en el volante y tu codo izquierdo apoyado en la ventanilla bajada y tu mano sujeta un cigarrillo con el que jugueteas entre tus dedos mientras canturreas un canción de Louis Armstrong, alegre, feliz, parece que no te preocupa nada. Y a veces, mientras el viento te revuelve tu pelo cobrizo, te giras hacia mí y sonríes, y veo tus ojos verdes brillar, llenos de vida. Pero en seguida te vuelves a girar hacia la carretera, conduciéndome hacia quién sabe dónde. Pero ese pensamiento feliz que tengo en seguida es interrumpido, porque alguien me llama desde la lejanía, desde la Tierra, y tengo que abrir los ojos, y mirar al profesor que me llama y a mi compañera de pupitre que me dice que me toca leer, y que me dice amablemente por qué parte del libro vamos. Y es que tengo que regresar al mundo real. Pero no quiero, porque en él no estás tú conmigo.
domingo, 29 de enero de 2012
Imaginemos que todo esto es como un vaso. Como un jodido y simple vaso. Y que cada una de las cosas que tengo que aguantar son como pequeñas e insignificantes gotas. Gotas que van cayendo y que, poco a poco, van llenando el vaso. Yo puedo intentar hacer el vaso más grande, puedo intentar que las gotas me afecten menos, haciendo que sean más pequeñas, o incluso puedo conseguir rechazar alguna que otra gota. Pero, tarde o temprano, el vaso se llenará. Habrá una gota que lo colme. Qué será esa gota? No lo sé. Qué pasará cuando el vaso se empiece a desbordar? Tampoco lo sé. Solo sé que de momento tengo que ir aguantando, haciendo gotas pequeñas y ensanchando el vaso, esperando.
sábado, 21 de enero de 2012
"Algunos días olvidaba que tenía que darse cuerda y se quedaba allí, detenida en medio de la cocina o de la sala de estar, con los ojos muy abiertos y el corazón atrancado entre las costillas. Se le olvidaba sentir, igual que se le olvidaba todo, y su pobre corazón, allí metido, veía pasar el tiempo con uno de esos dolores feos que se te ponen cuando se te enquista el amor que guardas dentro."
sábado, 14 de enero de 2012
sábado, 7 de enero de 2012
Me fascina el fuego. Ese imparable destructor. Es fascinante como puede acabar en cuestión de segundos con lo que se le ponga por delante, como puedes destrozar algo valiosísimo en un instante, como puedes prender las palabras más bellas que hayas escrito nunca y hacer que desaparezcan ante tus propios ojos, en tus propias manos, sin vuelta atrás. Nunca me cansaría de observar las llamas. Paso horas frente a ellas, con la mente en blanco. Viendo como danzan, con esos colores tan bonitos, consumen la madera. Se mueven, serpentean, se juntan, se separan y lo hacen todo de una forma hermosa. Creando en ti un efecto hipnótico. Son como una metáfora de la vida.
viernes, 6 de enero de 2012
jueves, 5 de enero de 2012
Tras hacer el amor te pasa el brazo por los hombros y te estrecha contra sí mientras tú no paras de derramar lágrimas de forma irremediable y sin ninguna razón aparente. Al cabo de poco tus sollozos se sofocan levemente. Se levanta de la pequeña cama, se viste en silencio y te deja en la habitación cual cuervo abandonado. Después de que cierre la puerta aspiras el olor de la habitación, palpas la almohada, húmeda y fría por tus lágrimas. Y esa humedad sigue aumentando, incotrolablemente. Miras a tu alrededor en la habitación, iluminada por la luz de la luna. Y esa tenue iluminación te crea un gran sentimiento de soledad. En ese momento, oyes a lo lejos encenderse el motor del Volkswagen, incrementando esa sensación. Entonces, se para el motor. Como si la persona que estuviera en el interior del coche dudara. Pero a los pocos segundos el coche vuelve a arrancar y escuchas como se aleja hasta perderse en la noche. Y esos instantes, ese intervalo de tiempo desde que apaga el motor y lo vuelve a encender, te produce una infinita tristeza. Ese vacío te atraviesa el corazón y llega a lo más profundo, hasta que pasa a formar parte de ti.
El otro día mi Peter se fue. Se reencarnó en un pájaro. En un hermoso colibrí. Ahora canta en el paraíso y todos los pájaros se rinden a su hermoso trinar y a su rápido aleteo. Ayer me desperté con miedo y con un dolor punzante en la cabeza. Peter, mi precioso pájaro. El que siempre me cantaba. Hasta que un día se dejó de escuchar su bonita voz. Él cantaba hasta que se paró en seco. Dejé de escucharlo de repente. Y ahora son otros los que disfrutan de su cantar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)