jueves, 30 de agosto de 2012
miércoles, 29 de agosto de 2012
"Nos hicieron creer que el "gran amor " sólo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado. Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en la vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de otro. Nos hicieron creer en una fórmula llamada "dos en uno": dos personas pensando igual, actuando igual, que era eso lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene un nombre: anulación. Que sólo siendo con personalidad propia, podremos tener una relación saludable. Nos hicieron creer que el matrimonio es obligatorio y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos. Nos hicieron creer que los guapos y delgados son más amados. Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad. No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas. ¡Ah!, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto... Cada uno lo va a tener que descubrir solo. Y cuando estés enamorado de ti mismo, es cuando podrás enamorarte de alguien."
martes, 28 de agosto de 2012
domingo, 26 de agosto de 2012
sábado, 25 de agosto de 2012
``En nuestro pasillo, ardiente de luces acogedoras, mi Lolita se quitó el suéter, sacudió su pelo cubierto de diamantes, tendió hacia mí los brazos desnudos y levantó la rodilla.
- Súbeme en brazos, esta noche me siento romántica.
Quizá interese saber a los psicólogos que tengo la habilidad –caso harto singular, supongo- de verter torrentes de lágrimas evocando tempestades pasadas.´´
Una tarde de verano cuyo sol iluminaba hasta la esquina más recóndita, R desapareció para siempre. Los testigos que presenciaron lo que sucedió no pudieron evitar mirar aquello boquiabiertos. Cuando la gente por fin reaccionó y llegaron los socorristas y más tarde los equipos de rescate, ya era demasiado tarde.
No se tiene datos exactos de cuando R llegó a la playa. Ninguno de los allí presentes le vio extender su toalla. Lo más probable es que no trajera. R iba vestido con unas prendas exquisitas. Llevaba smoking, el cual cubría un chaleco color perla con botones de nácar y una camisa de seda. No llevaba corbata. Tenía el pelo grisáceo. Por la manga de su chaqueta asomaba un fino pañuelo de seda y en los pies llevaba unos mocasines marrones.
Así que, sin más miramientos, R lo hizo. Sin apartar ni en el más breve instante la mirada del horizonte y con un gran bloque de hielo azulado por corazón, R atravesó la playa en línea recta, llenando sus mocasines de arena, y cuando llegó a la orilla siguió caminando, con el rostro impenetrable, serio, decidido y con la vista clavada en un punto inconcreto del mar, al frente. Simplemente caminó. El mar inundó sus mocasines y R no se inmutó. Sus pantalones ya estaban empapados por completo, y, a pesar de lo que le debían de pesar ya, siguió caminando. El agua le había llegado al cuello y todas sus elegantes ropas se habían echado a perder, pero él no se detuvo. La gente de la playa estaba rayando la conmoción y a R ya no se le veía la coronilla, pero, al parecer, siguió caminando sin detenerse un momento.
Ni siquiera unas tristes burbujas quisieron dejar rastro de su tétrico paseo, demostrando así que lo que la gente vio era cierto. Nada quedó tras él. Nadie reclamó su presencia. Ni una sola persona supo decir quién era aquel misterioso hombre, ni siquiera si era extranjero. Simplemente se fue para no volver, y las gentes de aquel pequeño pueblo lo apodaron R.
Un helicóptero y dos barcos lo buscaron incesantemente durante cuatro largos días, pero su cuerpo, vivo o muerto, desapareció misteriosamente. Quien sabe si se convirtió en tritón, si se derritió el hielo que cubría su gran corazón con el calor del amor de alguna sirena. O quizás R se burle desde el paraíso de todos los mortales aun vivos que lo miraron boquiabiertos aquel día soleado.
Lo único que se sabe con certeza es que nadie de aquel pueblo olvidará lo ocurrido. Aun ahora, décadas después, la gente vuelve a charlar de ello cuando los cotilleos locales se agotan. Los lugareños solo esperan que, esté donde esté, R sea feliz.
A veces me gustaría ser un elefante. No para nada raro, simplemente es que me gustaría pasarme los días caminando en busca de forraje. Para estar así todo el día: comiendo y buscando más comida. Usar mi fuerte trompa para ducharme a mí misma, barritar muy fuerte espantando a bandadas enteras de pájaros que se irían volando y graznando, despavoridos. Rebozarme en polvo para que los insectos no se posen en mi gruesa piel. Dormir largas siestas en las horas más calurosas del día. Intercambiar gestos de cariño con mis compatriotas paquidermos. Volver a barritar. Correr y que toda la tierra tiemble bajo mis terribles pasos. Tener elefantitos y verlos barritar. Y tener una muerte tranquila de elefante.
miércoles, 15 de agosto de 2012
``En la alegre ciudad de Lepingville le compré cuatro
revistas de historietas, una caja de dulces, una caja de toalla higiénicas, dos
coca-colas, un juego de manicura, un reloj de viaje con cuadrante luminoso, un
anillo con un topacio verdadero, una raqueta de tenis, patines, zapatos blancos
de tacones altos, una radio portátil, goma de mascar, un impermeable
transparente, algunas prendas – pantalones de vestir, toda clase de vestidos de
verano -. En el hotel pedimos cuartos separados, pero en mitad de la noche vino
a mí sollozando e hicimos el amor muy suavemente. Comprenden? Lolita no tenía
absolutamente ninguna parte adonde ir.´´
Da igual todo
el tiempo que pase, todas las personas que pasen por mi vida, las experiencias,
la familia, los viajes, la vejez, tus malas palabras, mi indiferencia, los
accidentes, los incidentes, los pormenores, las razones mayores, el alcohol,
tus locuras, mis obsesiones, los políticos, el verano, los mods, el invierno, los rockers, las noches en vela, la muerte, tus bromas, mis depresiones, los
caminos por recorrer y los ya recorridos. Da igual. Porque yo te seguiré
queriendo.
sábado, 11 de agosto de 2012
- Pero, entonces, qué somos? Amigos? Pareja?
- Qué más da? Yo soy feliz, tú no eres feliz?
- Sí.
- Pues entonces, cuál es el problema?
- Que necesito algo de seguridad, ponerle un nombre a lo nuestro. No quiero que te levantes una mañana y ya no me quieras.
- Pero es que eso no te lo puede asegurar nadie.
jueves, 9 de agosto de 2012
Ahora todo está difuminado. Y así seguirá. Difuminándose cada vez más. Mis recuerdos, mis sentimientos y tus buenas palabras. Como si una densa niebla se acercase a cada vez más velocidad, y lo cubriese todo. Solo recuerdo con nitidez tu olor y el fuerte nudo en mi garganta. Y así será. Porque somos como dos almas perdidas nadando en una pecera.
Me gusta dormir poco y quedarme despierta hasta altas horas de la madrugada, aunque al día siguiente me caiga de sueño. Aunque también me gustan esos días que duermo hasta medio día.
No me gusta el reggaeton, ni que la gente que lo escucha lo ponga a todo volumen sin respetar a nadie; la gente demasiado egocéntrica; ni los que preguntan lo mismo varias veces.
Me gusta el té.
Tanto puedo hablar sin parar como callarme durante horas.
Me encantan los deportes y la comida basura, supongo que para compensar.
Me gustan los niños pequeños negritos, los autobuseros que saludan, las personas sonrientes y las personas muy muy mayores.
Me reconforta la idea de que después de la muerte no hay nada, preguntarme a mí misma estupideces y pensar que ciertos personajes de ficción existen en la realidad.
Vivo de utopías.
No me gusta que se me quede la sal en la espalda después de bañarme en el mar.
Me gusta la gente a la que todo le da igual pero también la que tiene las cosas claras. También me gustan las historias de amor en las que uno de ambos muere y el otro, en un ataque de desesperación, desentierra su cuerpo.
No me gustan los triángulos amorosos ni los insectos.
Todo me da bastante igual, hasta que una tontería me arruina el día.
Me iría mejor si no me enterase de nada, menos aún de lo que ya lo hago.
Me gustan las pelis y las canciones que consiguen emocionarme. Y el olor del portal de mi abuela.
También me gusta mucho mi abuela. Y los atletas que lloran.
miércoles, 8 de agosto de 2012
- Oh, sabio gurú! - dijo el aprendiz -. He venido hasta ti para preguntarte por el sentido de la vida.
- Ah, sí! El sentido de la vida - dijo el gurú -. El sentido de la vida es una taza de té.
- ¿Una taza de té? He venido hasta aquí para hallar el sentido de la vida ¿y me dices que es una taza de té?
El gurú se encogió de hombros.
- Bueno, pues tal vez no sea una taza de té - dijo.
viernes, 3 de agosto de 2012
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