miércoles, 22 de febrero de 2012

No hay nada más deprimente que estar comiendo con alguien a solas y que lo único que se oiga sea el repiquetear de los cubiertos en el plato. No tener nada que decirle a la otra persona, solo comer, con gesto pensativo y la mirada perdida. Mientras que en la estancia hace eco el ruido del tenedor chocando contra el plato, te acabas dando cuenta de que es el reflejo de que no tenéis nada que deciros, que ya está todo dicho o que nunca hubo necesidad de decir nada.

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