Entonces se da cuenta de que lo que experimenta hacia él es una especie de anhelo adolescente. Un deseo de estar entre sus brazos que nunca se va a poder llevar a cabo. Inalcanzable. Pero es un anhelo que dura un momento, solo mientras él se mantiene en esa postura. Luego gira la cabeza, se encuentra con la mirada de ella y le dice algo absurdo. Y entonces el resto de la tarde se desarrolla como si nada. No hay rastro de aquel deseo momentáneo. Se esfumó. Como el humo de su cigarrillo que asciende lentamente hacia el techo, desvaneciéndose, buscando la libertad, agonizante, deslizándose por sus labios, su nariz, sus mejillas, su pelo, su ropa. Desaparece, igual que él.
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